Re: No aclaran nada y reconocen su derrota militar. Más de lo mismo.


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Posted by Arcadio Ventura on May 09, 19102 at 15:55:03:

In Reply to: No aclaran nada y reconocen su derrota militar. Más de lo mismo. posted by alberto on May 09, 19102 at 10:05:57:

Paz y D.H.
La pipeta de gas lanzada por las Farc acabó con el templo. Ayer aún se sentía el olor de los cuerpos descompuestos y pedazos de restos de los cadáveres seguían esparcidos por el piso. Al momento de estallar el artefacto la gente estaba concentrada en el altar. Donaldo Zuluaga, Bojayá
El sacerdote Antún Ramos, que acompañaba a la comunidad de Bojayá, juró por Dios que ninguno de los muertos en el interior de la Iglesia era combatiente. Donaldo Zuluaga, Bojayá
El Ejército llegó a un pueblo fantasma
Comandante de la IV Brigada garantiza el retorno al Atrato Medio.
Pese a presencia oficial, continúan restricciones alimentarias y fluviales.
La iglesia destrozada de Bellavista: huella indeleble de la guerra interna.
Por Javier Arboleda García
Vigía y Bellavista
Casi dos años después, con más asombro y un poco de susto que con entusiasmo, los habitantes de Bellavista, Chocó, y Vigía del Fuerte, Antioquia, todos reunidos en esta última población, vieron pasmados la presencia de las Fuerzas Armadas en la región, un poco sorpresiva para ellos, después de que en ese tiempo convivieron de manera obligada con guerrillas y autodefensas.
Desde el martes pasado empezaron a llegar cerca de 800 hombres de tres batallones del Ejército, dos destacamentos de la Infantería de Marina y seis helicópteros artillados de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC).
El último contingente arribó ayer con el comandante de la IV Brigada, general Mario Montoya Ruiz, quien prometió que la fuerza pública permanecería en las dos cabeceras municipales para facilitar el repoblamiento de Bellavista, el retorno de los desplazados y el control de la navegación por el Río Atrato, la principal arteria de comunicación de Chocó.
El general se encontró con una población atemorizada por los últimos hechos, que acaba de enterrar en una fosa común los cadáveres de la mayoría de las 117 personas muertas la mañana del jueves 2 de mayo pasado, cuando autodefensas y guerrilla se enfrentaron en la localidad chocoana.
De ese enfrentamiento quedaban apenas huellas: una población desalojada y una iglesia destruida por el impacto de una pipeta-bomba. En el piso todavía había pedazos de restos humanos. La fuerza de la explosión también convirtió en mortales armas las tejas de cerámica que volaron en mil pedazos incrustándose en decenas de personas, la mayoría niños y mujeres.
Un juramento
Sobre esas ruinas incineradas, pero apagadas por el agua que inundó parte del pueblo, Antún Ramos Cuesta, cura párroco de Bellavista, juró en memoria de los caídos que todos los muertos allí eran inocentes, porque nunca entró nadie armado a la iglesia. "Todos eran campesinos, personas humildes y trabajadoras".
"Aquí cayeron muchas personas", en el altar de la iglesia, donde encontró dos copones y un cáliz retorcidos por la furia de la explosión. "Me los llevaré como recuerdo", agregó. Tenía una cintilla que le atravesaba de arriba a abajo su frente, producto de una esquirla que aún no sabe cómo no le perforó el cráneo.
Sus pies lacerados también por heridas recorrieron el templo, de unos 20 metros de largo por 10 de ancho, donde se acomodaron cerca de 300 personas para protegerse de los combates. Todas sintieron de cerca el acoso de los fusiles y los pasos presurosos de botas en los alrededores, pero nunca esperaron convertirse en el blanco del ataque.
El padre contó que la pipeta se incrustó en el sector noroccidental del techo y luego cayó sobre el altar, donde mató a la mayoría de las víctimas. Un boquete enorme en el piso revela la fuerza con que cayó, como lo muestran las rejas retorcidas de ventanas y puertas. Miles de gusanos y un olor pestilente también dan cuenta de que los cadáveres se descompusieron al aire libre.
Los combates no cesaron ni siquiera con la explosión ni cuando las personas que sobrevivieron adentro salieron gritando un alto u ondeando un pañuelo, incluso con heridas graves, para que quienes se enfrentaban a bala y cilindros dejaran de disparar. "Encontramos varios cuerpos, alrededor, de gente que salió mutilada pero no aguantó... uno de ellos estaba a 70 metros, muy próximo a alcanzar el río".
Al precio que fuera
Los habitantes no hablaron de un número determinado de combatientes, pero dejaron entrever que se trató de una pelea en la que las Farc quisieron copar todos los puntos dominados por las autodefensas y para lograrlo "olvidaron" que podrían fallar en su puntería y, de paso, pondrían en riesgo a la población. Sabían que la mayoría de los civiles estaban refugiados en la iglesia, la casa cural y el centro de salud, las únicas edificaciones de material en Bellavista.
Por eso, en un corto pero contundente comunicado (ver nota anexa) la comunidad le pidió a la guerrilla y a todos los actores armados que abandonen los cascos urbanos. Y se lo dijeron en su presencia. "Las Farc nos prometieron que se iban a replegar. Entendieron su error y dijeron que verían la forma de resarcirlo...", dijo un líder de Bellavista.
El general Mario Montoya Ruiz dijo que la situación todavía es crítica en varios sectores del río Atrato, por donde se presume escaparon los guerrilleros y las autodefensas, de ahí que, a su juicio, sea necesario insistir en las operaciones militares que permitan retomar el control de la región.
En coincidencia con la llegada del Ejército también arribó un bote con los primeros mercados de la Red de Solidaridad Social: 2.500 personales y 2.500 familiares, para atender no sólo a la gente en Vigía y Bellavista sino en poblados como Buchadó, San José de la Calle y Arenal, a donde han llegado cerca de 200 familias desplazadas de San Martín y Puerto Conto, caseríos afectados por los enfrentamientos.
Delegados de la Diócesis de Quibdó y de la Red de Solidaridad dijeron que la situación en estas poblaciones es difícil, por la escasez de alimentos y transporte, lo mismo que en Vigía, municipio que alberga a 186 familias de Bellavista (887 personas, de las cuales 439 son menores de edad).
"Además, tenemos que atender con alimentación a las 548 familias (2.035 personas) residentes en Vigía", dijo el delegado de la Red, por considerar que los combates y las restricciones también afectaron a los habitantes de esta localidad.
Y aunque la calma pareció retornar a las dos poblaciones, todos sus habitantes llevaron de presente el luto, por las 117 víctimas, todas enterradas en una fosa común porque el rito de rendirles el último adiós lo aplazó la guerra.
"Que se acuerden que también somos Colombia", dijo un anciano a la prensa que por fin llegó, después de siete días. "Para qué queremos quedarnos si no habrá un rincón en esta tierra donde no llorar por la muerte o desaparición de un familiar, un amigo, un compañero, un vecino...".


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