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El Conflicto Colombiano "for Dummies"

P. ¿Cuántos actores hay en el conflicto colombiano?

R. Ocho (8)dos de ellos hiperactivos, tres semiactivos, dos inmóviles, uno figurativo.

Los dos actores hiperactivos son la insurgencia y los paramilitares. Los tres actores semiactivos son el Gobierno, el sector no beligerante de la clase subordinada (el que apronta los muertos inocentes) y las Fuerzas Armadas. Los actores inmóviles son el Estado y la casta hegemónica. El actor figurativo, el Presidente postinero de nuestra nación.

El narcotráfico, siendo el virus que fermenta la totalidad del universo social colombiano, no es un actor, sino la albúmina que trastorna a todos los actores.

P. ¿Cuáles son las causas (remotas e inmediatas) del conflicto colombiano?

R. Esas causas son primero, la nada inmaculada concepción de la Injusticia social en el vientre cesante de la "Conquista", luego la prolongada gestación de esa bacteria durante el indolente sueño colonial. Después su epifanía republicana, en el parto inducido de "la Independencia"; su pubertad delincuencial durante nuestro sangriento decimonono; su cretinización en tiempos del Frente Nacional y, por último, su sanguinaria drogadicción contemporánea.

P. ¿Qué funciones cumplen hoy los actores del conflicto?

R. 1. La insurgencia cumple dos funciones. Una consiste en recordarnos a los colombianos el alto odio de clases que la casta hegemónica sembró en nuestro país con su actuación proterva. La intensidad defensiva que adoptan los de abajo refleja el grado de dominación que secularmente dispensan los de arriba. Otra consiste en demostrarnos cómo, al final, una fuerza sediciosa logra despilfarrar sus acumulados logros reivindicativos.

2. Los paramilitares cumplen tres funciones a) cuantificar con su violencia la degradación de la causa insurgente. b) luchar por sus percibidos intereses de clase, aunque afirmen estar luchando en pro de la "clase media", pues es un factor constante de la historia humana luchar una clase, o porción de ella, estrictamente por y para sí. Por ejemplo, los estratos populares que durante nuestra Independencia lucharon ora al lado ora contra Bolívar lo hacían según lo indicaban sus intereses de clase. c) Tercera función paramilitar, el auge paramilitar ratifica que la guerrilla ha perdido la personería del conglomerado social objeto de sus tempranas cuitas "revolucionarias".

Ausente esa personería, la subversión hoy no cuenta sino con pólvora para enfrentar las armas mediatizadas de su opositor de clase, y la pólvora tarde o temprano se acaba. En otras palabras la guerrilla vino por lana y se está trasquilando, y de no coligar sus múltiples facciones y de no empalmar fuerzas (a pesar de los rencores) con los paramilitares, no podría llevar a cabo -ni siquiera con su "bolivarianismo"- la regeneración igualitaria que solicita. ¡La clase subordinada colombiana se está devorando a sí misma!

3. Gobierno. Así como las células del cuerpo humano fenecen, así también las de nuestro Gobierno. La anemia es el resultado. De ahí que sus células transmitan impulsos de una parte a otras, pero sin que haya comunicación efectiva de ideas. Análogo dilema sucede con sus mensajes a la ciudadanía. Tal comunicación no es inteligente sino osmótica, las partículas informativas se difunden al tuntún y la glucosa con que intenta almibarar a la población empalaga o intoxica. El resultado es la confusión pública. Similar cosa sucede con los vasos capilares que lo comunican con la insurgencia. Sus pocas ideas fluyen de manera turbulenta, lo que eleva la presión arterial del país. Es decir, en razón de su atrofia, el Gobierno destruye más que fortalece el metabolismo con que busca la solución de los problemas nacionales. Como resultado, el cuerpo civil de la nación se atomiza en un sinnúmero de anárquicas tendencias.

4. La parte no beligerante de la clase dominada cumple hoy la misma función que ha cumplido siempre, ser el banco de sangre con que se curan los morbos que de tiempo en tiempo excreta sobre ella un país intoxicado. El rosario de tumbas campesinas que jalona a Colombia conmemora la agonía que la contienda secular suscita por el poder, por la tierra, por las riquezas, por el derecho a la vida.

5. La función del Ejército se simboliza en sus fallidos compromisos para con la ciudadanía. Sólo basta observar la impunidad con que la subversión y los paramilitares desangran al pueblo expósito, para concluir que ningún argumento, por sofista que sea, puede justificar esa prevaricación escandalosa en que han incurrido por casi dos décadas las Armas nacionales. Para decirlo en términos cuartelarios, las Fuerzas Militares del Estado van "joche".

6. La función del Estado queda patentizada en su anomia actual, valga decir, en su total falta de autoridad, a despecho de que aún pueda usarse una glosa lincolniana para retratar lo que el Estado colombiano sigue siendo un instrumento de, por y para el usufructo privativo del sector dominante.

7. La función de la casta hegemónica. Digo "casta" y no "clase" por una simple razón. Porque en términos antropológicos una casta se subdivide en grupos más o menos exclusivistas compuestos por personas que en gran medida reclaman su preeminencia en base a razones agnaticias (pujos masculinos de estirpe) y en lo económico por razones nepotistas o plutocráticas. En el curubito de la casta hegemónica colombiana se pavonea la oligarquía nacional (esa que no existe, según un afamado historiador oxoniense). La pluma más exquisita de ese pajarraco oligárquico es la que pudiera llamarse la "Lexocracia" santafereña, la misma que, contando apenas con el dominio exclusivista de los instrumentos analíticos del habla -semántica, lexicografía, sintáxis, etc.-, es decir, con el monopolio del "lenguaje", usurpó por mucho tiempo, y con una elegantísima economía de esfuerzo, el dominio político-social del país.

8. El Presidente actual de Colombia. Para justipreciar la divina comedia que montan nuestro Presidente y su equipo de trabajo sólo se hace necesaria una expresión hurtada a la literatura clásica "Non ragioniam di lor, ma guarda, e passa", que en buen romance significa cero a la izquierda

P. Así como se está llevando a efecto en Colombia ¿para qué sirve el trabajo por la Paz?

R. Para nada.

P. "¿Aaaahhh?"

R. En efecto, la paz nunca ha sido un antecedente para la resolución de conflictos, ha sido siempre consecuencia de conflictos resueltos. La "Paz" no cuenta con atributos de causalidad, antes bien, es un efecto. Hablar de paz sin empeñarse primero en confrontar y luego en solucionar la problemática que la perturbó ab inicio, es la manera facilista y apoltronada como una casta dominante pero indolente ficcionaliza su trabajo, tergiversa sus responsabilidad y lava su conciencia. La paz no es un elemento necesario para obtener la paz. Lo corrobora el proceso de mas de 130 conferencias y 18 millones de palabras con que, sin un cese determinante del fuego, ésta se plasmó en la malhadada Península Coreana. De ese conflicto histórico, y de otros, se deduce que, por paradójico o brutal que parezca, el diálogo de fusil a fusil (excluyente de civiles) puede ser la manera más corta y menos sanguinaria de obtener la paz. Unas Fuerzas Militares del Estado tomando la ofensiva se encargarían de mantener viable la verdadera lucha por la paz. ¿Un arcano?

Por otra parte, Colombia necesita que los árboles no le impidan ver el bosque, es decir, que por su precipitación irresponsable por obtener la paz a cualquier precio, dejara vivos los microbios que la han mantenido postrada por décadas. Ergo, la insurgencia debe conservar su integridad y potencia como elemento equilibrante de poder y los paramilitares como correctivo. Niveladas las fuerzas, la paz brotaría espontanea. La nación, pues, no requiere la paz insulsa que buscan los pacifistas, sino la paz robusta que un remangar de camisas por parte de la casta emperifollada y soberbia podría ofrecer, si entendiera que el monopolio de tierras, riquezas y poder ya no le es practicable. Y si lograra inferir que la nación del futuro le pertenece mayoritariamente a los campesinos, soldados, paramilitares e insurgentes que con sus sacrificios y sangre están, mal que bien, determinando el futuro de Colombia y -a diferencia de las otras clases- exponiendo el pellejo en la demanda. Los primeros en comprender esta realidad, y en mantenerla viva, deberían ser los intelectuales progresistas y la clase trabajadora citadina. De contera, una Colombia así homogeneizada, podría derrotar colectivamente el problema de la droga, que también es efecto y no causa de nuestro brutal desquiciamiento de clases. Vale decir, en la medida en que cada sector social aporte lo que le incumbe, nuestra nación se estaría forjando como el paradigma subcontinental de una nueva, de una más noble democracia. ¡Son tiempos de gloria los que vive Colombia!

P. ¿Tiene la sociedad civil algo que contribuir en la busqueda de soluciones?

R. Desde luego. La gestión de la SOCIEDAD CIVIL es de importancia crítica. Por substracción de agentes, la SOCIEDAD CIVIL es ahora el único actor éticamente idóneo con que cuenta Colombia para adelantar el trabajo social (y societal) regenerativo que necesita el país. Con un Gobierno inocuo, con unas Fuerzas Armadas erráticas en sus logros y lastimadas en su reputación, con un Congreso putrefacto, con cleptómanos por políticos y rebaños por partidos, con un sistema judicial venal y abstracto, con una ciudadanía anestesiada y huerfana de estadistas, con medios de comunicación al servicio de la clase social que los mantiene, Colombia sólo cuenta con su incipiente sociedad civil para aplacar y derrotar el caos. Pero con una SOCIEDAD CIVIL que logre valorarse y conocerse a sí misma, es decir, que sepa concientizarse respecto a la modesta tarea que ha venido cumpliendo y la monumental que va cayendo en sus manos.

Promover la civilidad y la acumulación de capital social será el norte de esa SOCIEDAD CIVIL. Mediar entre el paternalismo del Estado y la anarquía del sector de mercado y promover los nexos de solidaridad ciudadana entre beligerantes. Apoderarse del diálogo con la insurgencia y los paramilitares en torno al futuro ordenamiento político-civil de la nación. Y como el propósito de la SOCIEDAD CIVIL no puede ser la obtención del poder sino el respirarle en la nuca a los actores políticos, a los magnates de la libre empresa y a los violentos, debe estimular la descentralización del poder, viabilizar la participación ciudadana en la ejecución de las políticas públicas y contextualizar los propósitos del Gobierno, del sector privado y de los alzados en armas. Auspiciar, además, los derechos de las minorías y encarnar los valores de la igualdad política y del pluralismo ideológico. Y reconocer que allí donde ella es frágil, allí el agente político se torna un profesional de la política y el debate social se vuelve tecnocrático y abstracto. Ojola SOCIEDAD CIVIL colombiana se está politizando en lo atinente al trabajo por la "Paz". Y se está politizando porque dentro de las organizaciones de la sociedad civil se infiltran políticos, burócratas de Estado, periodistas politizados y factores de los beligerantes y de los empresarios.¡Grave predicamento!

En conclusión, independientemente de que el modelo de SOCIEDAD CIVIL que se aplique en Colombia sea el asociativo o el comunicacional, cierto es que uno de los dos debe fiscalizarlo todo y hablar con voz firme al Presidente, a los medios de comunicación, a los alzados en armas, al Congreso, al Ejército, al Estado, a la ciudadanía y a la oligarquía. Le incumbe propiciar la idea de que nadie puede intimidarla , comprarla o corromperla, y de que la erradicación nacional de la corrupción y el clientelismo es objeto de su más fuerte trabajo, amén de los exclusivismos de género, raza, credo y posición social que flagelan el país. En fin, la desintegración actual de la nación solicita una SOCIEDAD CIVIL cabalgando el potro de la COLOMBIANIDAD, la espuela puesta en los ijares de la apatía, la brida frenando la barbarie, y la mirada fija en el futuro de este país que se nos deshace a diario.

Jairo Sandoval Franky
Octubre, 2000




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